Abderramán I instauró en Córdoba la capital del Emirato Independiente de Damasco en el año 756 y fue quien inició la construcción de la que sería la mezquita más bella de Occidente, la mezquita aljama cordobesa.
Quién es Abderramán I
Su nombre completo era Abd al-Rahman ibn Mu’awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik ibn Marwan y las fuentes no coinciden en su fecha de nacimiento ya que unas dicen que fue en el año 731 y otras que en el año 734. El lugar en el que nació tampoco se sabe con seguridad, sólo que fue en una aldea cerca de Damasco, en Siria. Tuvo una vida apasionante, digna de una película.
Marwan II fue el último califa Omeya de Damasco y fue asesinado por los abasíes en el año 750, cuando Abderramán apenas tenía 20 años de edad. Esta tribu proclama una falsa amnistía para los Omeyas, con la que enmascaran una encerrona cuyo fin último sería eliminar a todos los herederos de Marwan II para así asegurarse el poder.
Abderramán I: un sobreviviente
Más de 80 miembros de la dinastía Omeya fueron asesinados en la matanza de Abu Futres, sobreviviendo sólo Abderramán I, sus dos hermanas y su hijo Sulaymán, quienes nunca se creyeron tal amnistía. Pero los Abasíes persiguieron a los Omeyas supervivientes por lo que Abderramán comenzó su huída por Túnez y Egipto hasta que se sintió seguro con la tribu de los Nafza a la cual pertenecía su madre Rah (Alegría).
Pero, ¿por qué? El príncipe emigrado Abderramán I era consciente de que tenía escasas probabilidades de éxito en Ifriqiya y El Magreb. Y como en Al-Andalus había población clientelar a favor de la causa Omeya, decidió cruzar el Estrecho de Gibraltar y desembarcar en Almuñécar en septiembre del año 755.
Emir y legítimo gobernante
Pronto, Abderramán fue ganado aliados y fue reconocido por los notables árabes de Sevilla en marzo de ese año. Desde allí se le fueron acercando adeptos del Algarve y otras coras. En mayo del año 755 entró a Córdoba con más de 3000 jinetes y ordenó que la ciudad no fuera saqueada. Rápidamente los cordobeses lo reconocieron como emir y legítimo gobernante, derrocando para ello al valí o gobernador Yusuf b. Abderramán al Fihri .
Cuando El Emigrado llegó a la Península Ibérica, en ella convivían sirios, bereberes, hispanorromanos, visigodos y árabes siendo asimismo, musulmanes, cristianos, judíos, mozárabes, muladíes… todo un crisol de etnias y culturas. Los 32 años del emirato de Abderramán I los dedicó a reorganizar por completo el sistema de gobierno, cosa que logró en los años 756 y el 757, sentando las bases gubernamentales del sistema andalusí por siglos.
Fue él quien introdujo con éxito en Al-Ándalus unas medidas fiscales, políticas, administrativas y militares en unas circunstancias harto difíciles. Estructuró el gobierno y el ejército adaptando el antiguo modelo del califato Omeya de Damasco en la Península.
¿Cómo era Abderramán I?
Los cronistas de la época lo describen física y moralmente del siguiente modo:
«Abderramán era alto y delgado, rubio y con poco pelo en las mejillas. Tenía un lunar en la cara y era tuerto. Llevaba dos trenzas o dos bandas sujetas al pelo.
Vestía de blanco y usaba turbante. Era elocuente, gran orador, buen poeta y de pluma fácil. Actuaba en política con prudencia y tino en un constante tira y afloja, porque era muy precavido y reservado. Era osado y resuelto, pues no vacilaba en ir al encuentro de sus enemigos, incansable e inquieto.
Visitaba a los enfermos, asistía a los entierros y rezaba con la gente los viernes y fiestas canónicas. Presidía las procesiones de rogativas de lluvia, llorando e implorando a Dios. Por su coraje se le llamó el «Sacre de Quraych» y se le comparó con el segundo califa abasí al-Mansur.
Dejó al morir «once varones y nueve hembras.» Pero además, un legado material e inmaterial que ha llegado a nuestros días y ha cambiado la historia para siempre.
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