La Mezquita-Catedral de Córdoba es uno de los monumentos más emblemáticos de España, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984.
Su fascinante historia de más de trece siglos —primero como gran mezquita de Al-Ándalus y desde el siglo XIII como catedral cristiana— ha dejado anécdotas y datos curiosos que asombran a sus visitantes.
Quienes la conocen en una visita guiada a la Mezquita-Catedral de Córdoba descubren no solo su belleza arquitectónica, sino también los secretos que esconden sus columnas, sus leyendas y su evolución a lo largo del tiempo.
Y si quieres seguir explorando la ciudad, puedes combinarla con otras visitas guiadas por Córdoba, como el Alcázar de los Reyes Cristianos o la Judería, para comprender por qué este conjunto histórico es único en el mundo.
No en vano, este monumento cordobés ha sido reconocido como uno de los sitios turísticos más valorados: recientemente fue elegido Mejor Lugar de Interés de Europa y tercero del mundo en los premios Traveller’s Choice de TripAdvisor.
En este post podrás leer:
- 1- La mezquita más grande del mundo
- 2- No está orientada a la Meca
- 3- Mezquita Aljama: la principal de la ciudad
- 4- Los mosaicos son obra de un gran maestro bizantino
- 5- A partir del siglo XVI se conoció cómo «Asunción de Nuestra Señora»
- 6- La torre campanario se construyó rodeando los restos de Abd al-Rahman III del siglo X
- 7- Esconde en su interior tres pequeños espacios museísticos
- 8- La Virgen de los Faroles
- 9- Columna del Santo Cristo del Cautivo o de la Uña
- 10- La Puerta del Perdón
- Preguntas frecuentes
1- La mezquita más grande del mundo
Con sus 23.400 metros cuadrados de superficie, la Mezquita de Córdoba llegó a ser la mayor del mundo islámico en su tiempo, solo superada entonces por la mezquita sagrada de La Meca. Su sala de oración podía albergar hasta 20.000 fieles simultáneamente, algo extraordinario en la Edad Media.
Este grandioso tamaño no se logró de la noche a la mañana: el edificio original, levantado por Abderramán I en 786, fue relativamente modesto, pero se amplió varias veces a medida que Córdoba crecía en importancia. Sus sucesores Abderramán II, Alhakén II y Almanzor ordenaron extensiones en los siglos IX y X, casi cuadruplicando el espacio disponible.
Para finales del siglo X, la Mezquita de Córdoba se había convertido en una auténtica ciudad de columnas, con 19 naves en sentido norte-sur y 35 en sentido este-oeste, abarcando todo un bosque arquitectónico bajo su techo.
En total, se calcula que llegó a tener más de 1.000 columnas (muchas de ellas reaprovechadas de antiguos edificios clásicos), aunque hoy quedan unas 850 debido a posteriores reformas. El efecto visual de estas hileras interminables de arcos de herradura rojos y blancos es único en el mundo —de ahí el famoso apodo de “bosque de columnas”— y contribuye enormemente a la majestuosidad del monumento.
Recorrer este laberinto de columnas de mármol, jaspe y granito es una experiencia inolvidable, y muestra la grandiosidad que la mezquita cordobesa alcanzó en la época de mayor esplendor del Califato de Córdoba.
2- No está orientada a la Meca
En todas las mezquitas, el muro de la qibla (el muro principal que contiene el mihrab) debe estar orientado hacia La Meca, ciudad santa del islam, para indicar la dirección de la oración. Curiosamente, la Mezquita de Córdoba no cumple esta regla: su mihrab no mira hacia La Meca (que desde Córdoba queda al sureste), sino aproximadamente hacia el sur. Este hecho ha desconcertado a muchos, pero existen explicaciones históricas.
Por un lado, pudo deberse a que los constructores omeyas siguieron la alineación urbana preexistente (el antiguo trazado romano de la ciudad) en lugar de la dirección exacta de La Meca. Por otro lado, estudios señalan una tradición andalusí de orientar las mezquitas al sur, basada en un hadiz del profeta Mahoma: “Lo que esté entre el este y el oeste es Qibla”. Esta enseñanza legitimaba, a ojos de los musulmanes occidentales, que la qibla cordobesa se dirigiera al sur sin considerarse incorrecta.
De hecho, la gran mezquita de Córdoba estableció escuela en Al-Ándalus: muchas mezquitas andalusíes posteriores siguieron esta orientación meridional durante un tiempo, hasta que finalmente se impuso la orientación estricta hacia La Meca en construcciones islámicas posteriores.
Para el visitante actual puede pasar inadvertido este detalle, pero expertos en arte islámico reconocen en Córdoba uno de los pocos ejemplos de mezquita mayor deliberadamente “desviada” de La Meca. Lo importante a recordar es que no fue un error de cálculo, sino una elección cultural y religiosa de su época. La Mezquita-Catedral conserva así este rasgo único, testimonio de prácticas arquitectónicas singulares de Al-Ándalus.
3- Mezquita Aljama: la principal de la ciudad
Otro dato interesante es que la Mezquita de Córdoba fue, desde su fundación, mezquita aljama, es decir, la mezquita mayor o principal de la ciudad. En la sociedad islámica medieval, la mezquita aljama (o yami‘) era el templo donde todos los viernes se reunía la comunidad para la gran oración comunitaria del mediodía, dirigida por el imán o incluso por las autoridades.
De hecho, la palabra “aljama” en árabe significa “reunión” o “congregación”, aludiendo a esa función de punto de encuentro semanal de los fieles. Córdoba, en pleno esplendor califal, llegó a tener decenas de mezquitas de barrio, pero solo la Aljama era la oficial para los sermones importantes y festividades religiosas de todo el emirato y califato. Por eso también se la llamaba la Gran Mezquita de Córdoba.
Este estatus explica sus enormes dimensiones y rica decoración: los distintos emires y califas competían por embellecerla y agrandarla, reflejando el poderío de la capital andalusí. Hoy en la terminología eclesiástica se la denomina Catedral, pero en su larga etapa musulmana fue la gran mezquita aljama, alma espiritual de una Córdoba que llegó a ser la ciudad más poblada y culta de Europa en el siglo X.
4- Los mosaicos son obra de un gran maestro bizantino
Uno de los rincones más deslumbrantes del monumento es su mihrab y la cúpula de la macsura (el espacio reservado junto al mihrab). Estas estructuras, añadidas durante la ampliación del califa Alhakén II (961-976), están profusamente decoradas con mosaicos dorados de estilo bizantino que brillan con la luz. La curiosidad es que esos mosaicos fueron obra de un gran maestro llegado de Bizancio específicamente para trabajar en Córdoba.
Según relatan las crónicas andalusíes, Alhakén II solicitó al emperador bizantino Nicéforo II expertos mosaiquistas para embellecer su mezquita en Córdoba. El emperador accedió gustosamente y envió a al-Ándalus a un maestro artesano acompañado de unas 1,600 kilos de teselas de vidrio de colores y pan de oro como regalo imperial.
Gracias a esta colaboración internacional, la Mezquita de Córdoba pudo lucir unos mosaicos espectaculares en su mihrab, comparables a los de las grandes mezquitas de Oriente. Las pequeñas piezas de vívido color —azules, rojas, verdes y doradas— fueron incrustadas formando inscripciones cúficas y diseños florales que aún hoy se conservan. La cúpula frente al mihrab, por ejemplo, está cubierta de un tapiz de mosaico dorado que asombra por su detalle.
Este intercambio artístico entre el califa cordobés y el emperador bizantino es una muestra de las conexiones culturales de la época: Córdoba aspiraba a emular el esplendor de Damasco, y lo consiguió importando el saber hacer bizantino. Así que cuando admires el brillo del mihrab, recuerda que en su creación participaron manos expertas venidas de Constantinopla, dejando una huella única de arte hispano-bizantino en pleno corazón de al-Ándalus.
5- A partir del siglo XVI se conoció cómo «Asunción de Nuestra Señora»
Como es sabido, la antigua mezquita se convirtió en catedral cristiana en 1236, cuando Córdoba fue conquistada por el rey Fernando III de Castilla. Lo que muchos desconocen es el nombre eclesiástico oficial que adoptó: a partir del siglo XVI la catedral cordobesa pasó a llamarse Catedral de Nuestra Señora de la Asunción.
Antes de eso, en los primeros tiempos tras la Reconquista, el templo se había consagrado bajo la advocación de Santa María Madre de Dios, pero posteriormente la diócesis la rededicó a la Asunción de la Virgen María. De hecho, en documentación eclesiástica ese sigue siendo su nombre canónico hasta hoy, aunque popularmente todos la sigamos llamando “Mezquita de Córdoba”.
La decisión de incrustar una catedral cristiana en el interior de la mezquita tuvo su momento cumbre en el siglo XVI. En 1523 el obispo Alonso Manrique obtuvo permiso para construir una gran nave catedralicia renacentista en el centro del antiguo oratorio musulmán. La obra tardó varias décadas y alteró para siempre el aspecto del edificio.
Según una leyenda de la Mezquita de Córdoba, cuando el emperador Carlos V visitó Córdoba y vio el resultado, se lamentó con dureza: “Habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes”, reprochó a los canónigos. Esta célebre frase (discutida por algunos historiadores, pero muy arraigada en la tradición local) refleja el sentimiento de que la mezquita era una joya irrepetible y la intervención cristiana la había menoscabado. Sea como fuere, desde entonces la “mezquita” es también “catedral”, dedicada a la Virgen de la Asunción.
Todavía hoy conviven esas dos almas: la mezcla de arquitectura islámica con capillas y retablos cristianos hacen de este lugar un espacio único donde se puede apreciar la superposición de culturas. Es interesante notar que numerosas representaciones artísticas dentro del templo aluden a la Asunción de María, en honor a su patrona. Por ejemplo, en el retablo mayor barroco la escena central es la Asunción, y en la cúpula del crucero renacentista también aparecen la Virgen ascendiendo rodeada de ángeles. Son detalles que recuerdan la identidad catedralicia del monumento, pese a su pasado musulmán.
En resumen, la Mezquita-Catedral de Córdoba no solo cambió de fe, sino también de nombre: de ser la Gran Mezquita aljama pasó a ser la Catedral de la Asunción de Nuestra Señora, fusión de historia viva hasta en su denominación.
6- La torre campanario se construyó rodeando los restos de Abd al-Rahman III del siglo X
La esbelta torre campanario que domina el perfil de la Mezquita-Catedral no es una torre cualquiera: en realidad envolvió y sustituyó al antiguo alminar de la mezquita. El alminar original, levantado por Abderramán III hacia el año 958, medía unos 47 metros de altura y servía para convocar a la oración en época musulmana.
Tras la conversión en catedral, aquel alminar siguió en pie y simplemente se le añadió una cruz y campanas en lo alto, funcionando como torre campanario durante siglos.
Sin embargo, a finales del siglo XVI la estructura ya mostraba deterioro (se sabe que una tormenta en 1589 dañó su remate) y las autoridades decidieron levantar una nueva torre más acorde al gusto renacentista, aprovechando la base del alminar.
El arquitecto Hernán Ruiz III diseñó entonces una solución ingeniosa: encajar la estructura antigua dentro de una nueva torre de estilo renacentista. Las obras comenzaron en 1593 y se prolongaron hasta 1617, incorporando el alminar omeya como núcleo interno. Se demolió la linterna superior del alminar y parte de su sección, pero se conservaron unos 22 metros de la vieja torre integrados dentro de la nueva construcción.
El resultado es la airosa torre campanario que vemos hoy, rematada con una escultura del arcángel San Rafael (colocada en 1663). A simple vista no se ve el alminar, pero sus restos siguen ahí dentro, como un “secreto” arquitectónico. La torre actual mide 54 metros y es el edificio más alto de Córdoba. Tras una larga restauración, desde 2014 está abierta al público para subir a lo alto y disfrutar de vistas panorámicas.
En el ascenso, por cierto, se pueden observar fragmentos de la estructura original del alminar a través de ventanas interiores, lo que confirma esta curiosa simbiosis. Pocos monumentos pueden presumir de tener una torre dentro de otra torre.
En la Mezquita-Catedral, la torre campanario renacentista ha sido literalmente construida alrededor del antiguo minarete califal, simbolizando la transición de mezquita a catedral en una sola mirada. Si visitas Córdoba, no dejes de subir esos 203 escalones: además de las campanas y la panorámica, ¡estarás pisando la historia de dos torres en una!
7- Esconde en su interior tres pequeños espacios museísticos
El vasto conjunto monumental de la Mezquita-Catedral alberga en su interior tres pequeños museos o áreas expositivas que muchos turistas pasan por alto. Estos espacios, integrados discretamente en distintas capillas, muestran tesoros arqueológicos y artísticos de las diversas etapas del edificio:
- Museo Visigodo de San Vicente: Bajo la Capilla de San Vicente, se exponen restos arqueológicos del edificio cristiano preexistente sobre el que se construyó la mezquita. Recordemos que en el subsuelo se hallaron vestigios de la antigua Basílica de San Vicente Mártir, un templo visigodo del siglo VI que ocupaba este solar antes de la llegada musulmana En este museo subterráneo se pueden ver fragmentos de mosaicos, capiteles y columnas visigodas, testigos del pasado altomedieval de Córdoba. Es un rincón fascinante donde literalmente se aprecia la “historia bajo tus pies”: la mezquita reutilizó partes de aquella basílica, y hoy sus restos se exhiben para el público curioso.
- Tesoro de la Catedral: Ubicado en la Capilla de Santa Teresa y salas adyacentes, el Tesoro Catedralicio exhibe las joyas litúrgicas y objetos sagrados acumulados durante siglos por la catedral. Su pieza estrella es la monumental Custodia de Arfe, una portentosa torre-relicario de más de 2,5 metros de altura realizada en plata dorada por Enrique de Arfe en el siglo XVI. Esta custodia gótica-dodecagonal, que pesa unos 200 kg, se saca en procesión en la festividad del Corpus Christi. Junto a ella, el Tesoro exhibe cálices y cruces de oro y plata, relicarios barrocos, marfiles tallados (destacando un crucifijo atribuido a Alonso Cano) y otros objetos preciosos. Es un pequeño museo de arte sacro dentro del monumento, que demuestra la continuidad del culto católico en este espacio.
- Museo de San Clemente: Instalado en la antigua Capilla de San Clemente (muro oriental), este museo expone una variedad de elementos arquitectónicos e históricos relacionados con la propia mezquita-catedral. Por ejemplo, se pueden ver portadas de antiguas capillas que fueron desmontadas, campanas históricas de la torre, la maquinaria original del reloj catedralicio, azulejos antiguos, capiteles omeyas, vigas de madera del techo original y hasta inscripciones en árabe halladas durante restauraciones. Es un espacio que sirve de “almacén visitable” del monumento, donde uno descubre detalles como piezas de celosías, fragmentos de yeserías y otros materiales recuperados en obras de conservación. En conjunto, el Museo de San Clemente permite profundizar en la arquitectura de la Mezquita-Catedral a través de sus fragmentos.
Cada uno de estos rincones museísticos añade capas de comprensión a la visita. Nos recuerdan que la Mezquita-Catedral es más que un templo activo: es también un sitio arqueológico y un museo vivo. Si visitas Córdoba, merece la pena buscar estos espacios dentro del edificio para conocer historias ocultas, desde la basílica visigoda original hasta los tesoros de la catedral y los vestigios de la propia mezquita. Son pequeñas “exposiciones” dentro de la gran exposición que es este monumento único.
8- La Virgen de los Faroles
En el exterior norte de la Mezquita-Catedral, junto al lado del Patio de los Naranjos que da a la Calle Cardenal Herrero, se encuentra un encantador rincón devocional: la Virgen de los Faroles. Se trata de un retablo callejero colocado sobre el muro, que contiene una pintura de la Virgen rodeada de farolillos.
Esta pintura tiene su propia historia: fue realizada en 1928 por el pintor cordobés Julio Romero de Torres, a petición del alcalde Rafael Cruz Conde, para reemplazar un cuadro anterior que se había destruido en un incendio. La imagen representa la Asunción de la Virgen María (coincidiendo con la advocación de la catedral) y está flanqueada por figuras femeninas que simbolizan la Córdoba profana y la Córdoba religiosa, además de los Apóstoles ante el sepulcro vacío. Alrededor de la pintura hay once faroles de hierro forjado, que se encienden al anochecer y le dan nombre a todo el conjunto.
Curiosamente, lo que vemos hoy en el muro es una copia de aquel cuadro de Romero de Torres. El original fue retirado en 1936 por seguridad y se conserva en el Museo Julio Romero de Torres de Córdoba. Aun así, la estampa actual mantiene todo el encanto. Por la noche, los farolillos iluminan tenuemente la imagen de la Virgen, creando una atmósfera muy pintoresca que cautiva a quien pase por allí.
Este altar al aire libre es una muestra de la profunda devoción popular cordobesa: desde el siglo XIX se celebra la “verbena de la Virgen de los Faroles” y los vecinos históricamente han cuidado de encender sus luces.
Además, guarda cierto paralelismo con el célebre Cristo de los Faroles (una imagen del Cristo de los Desagravios iluminada por faroles en otro punto de la ciudad). Muchos visitantes de la Mezquita-Catedral pasan de largo sin advertir la Virgen de los Faroles en el muro exterior. Por eso, te recomendamos buscarla al salir por el Patio de los Naranjos, en la fachada norte. Es un detalle encantador: una pequeña obra de arte y fe popular adherida a la gran mole histórica del monumento.
Su iluminación nocturna la hace especialmente fotogénica, así que vale la pena contemplarla cuando cae el sol. Esta curiosidad nos recuerda que la Mezquita-Catedral no solo tiene grandes historias antiguas, sino también rincones entrañables fruto de la devoción cordobesa del último siglo.
9- Columna del Santo Cristo del Cautivo o de la Uña
Entre las arcadas de la Mezquita-Catedral también se esconden leyendas. Una de las historias más famosas del monumento es la de la Columna del Santo Cristo del Cautivo, conocida popularmente como “columna de la Uña”. Esta columna en particular se encuentra en la nave del lado este, entre las capillas del Rosario y de la Epifanía, y destaca por una curiosa marca con forma de cruz en su fuste. La leyenda cuenta que, durante la ampliación de Almanzor (finales del siglo X), trabajaban en la obra prisioneros cristianos.
Uno de esos cautivos, de fe ardiente, estaba encadenado a dicha columna y rogó intensamente a un Cristo para ser liberado. En un arrebato, el cautivo arañó con su uña el duro mármol… ¡y milagrosamente la piedra se reblandeció como cera bajo su dedo! Así pudo dibujar una cruz grabada en la columna con su propia uña, gracias a la intervención divina propiciada por su fe. La tradición añade que después de este prodigio, el prisionero recuperó la libertad (en algunas versiones Almanzor mismo, impresionado, le habría soltado).
Desde entonces, la columna quedó con la señal de la cruz hecha por la uña, venerándose el lugar como testigo de aquel milagro. A día de hoy, los visitantes buscan la pequeña cruz tallada en la columna e incluso la tocan con devoción. También circula la creencia de que quien rasca la piedra y consigue desprender un polvillo blanco de la columna, verá concedida alguna gracia o milagro —aunque, dicho sea de paso, es mejor abstenerse de hacerlo para no dañar la obra.
Cabe mencionar que, al margen de la leyenda, es cierto que Almanzor empleó mano de obra de cautivos cristianos en la ampliación de la mezquita en 976-988. Tal vez este hecho histórico diera pie al relato piadoso. En cualquier caso, la Columna del Cautivo forma parte del folclore local.
Es una de esas curiosidades que combinan historia y mito, añadiendo un aura de misterio al monumento. Si paseas por el interior, intenta localizar la columna (suele estar señalizada por el cabildo) y observa la pequeña cruz: estarás siguiendo los pasos de esa famosa leyenda cordobesa.
10- La Puerta del Perdón
La Puerta del Perdón es la más monumental de las puertas exteriores de la Mezquita-Catedral. Se encuentra en el extremo norte del Patio de los Naranjos y sirve como acceso principal al patio desde la calle (frente a la torre campanario). Fue construida en estilo mudéjar en el siglo XIV, con su característico arco de herradura apuntado y rica decoración almohade en verde y dorado.
Su nombre, “del Perdón”, proviene de una antigua tradición cristiana: desde esta puerta el obispo de Córdoba impartía el perdón o absolución a aquellos fieles que no habían podido pagar el diezmo anual a la Iglesia. Es decir, era el lugar donde simbólicamente se perdonaban las deudas espirituales (y económicas) de los feligreses pobres, concediéndoles indulgencia.
Esta costumbre habría dado nombre a la puerta a partir de la Baja Edad Media. La Puerta del Perdón impresiona por su tamaño y detalles: tiene un gran arco túmido (apuntado) con labores de ataurique y encima un alfiz con inscripciones árabes restauradas, ya que en realidad reutiliza elementos de una puerta anterior de época almorávide o almohade. En la parte superior de la puerta se ve un panel con azulejos verdes y dorados y una pequeña hornacina.
Por esta entrada han pasado procesiones, cortejos reales e innumerables visitantes a lo largo de los siglos. Al cruzarla, se accede al hermoso Patio de los Naranjos, otro sitio lleno de curiosidades. El Patio de los Naranjos, por cierto, arrastra su propio nombre curioso: hoy día está poblado por 98 naranjos alineados (además de palmeras y un ciprés centenario) que le dan sombra y aroma. Sin embargo, originalmente en época musulmana este patio de abluciones no tenía naranjos –se cree que solo plantas aromáticas o cipreses–.
Los primeros naranjos se plantaron hacia 1512 (ya en era cristiana) y la arboleda actual se completó en el siglo XVII. Desde entonces el “Patio de los Naranjos” hace honor a su nombre, pero es curioso pensar que durante casi 700 años el gran patio de la mezquita careció de estos árboles frutales. Otra anécdota: el patio conserva antiguas fuentes como la de Santa María (conocida también como Caño del Olivo), usada para las abluciones rituales antes de la oración. Pasear por este patio, con el murmullo del agua y el perfume de azahar en primavera, es un deleite que complementa la visita al interior.
En resumen, la Puerta del Perdón es mucho más que un acceso arquitectónico: es un símbolo de la mezcla de arte islámico y tradición cristiana en la Mezquita-Catedral. Al atravesarla, no solo estamos entrando a un monumento, sino también viajando en el tiempo, del bullicio de la calle a la paz del patio y de allí al sobrecogedor bosque de columnas en el interior. Sin duda, un aperitivo magnífico —como bien lo describen las guías locales— antes de disfrutar la “comida principal” que es la Mezquita-Catedral misma.
Estos son solo algunos de los muchos detalles que hacen única a la Mezquita-Catedral de Córdoba. Cada piedra, arco y capilla de este lugar encierra siglos de historia, leyendas y arte que merecen ser descubiertos. Si planeas visitarla, tómate tu tiempo para apreciar estas curiosidades y anímate a explorar más allá de lo evidente.
Una visita guiada a la Mezquita de Córdoba con expertos locales como los guías de Oway Tours puede enriquecer enormemente la experiencia, ya que conocerás in situ estas anécdotas y secretos que a simple vista pueden pasar desapercibidos. En cualquier caso, la Mezquita-Catedral nunca defrauda: por algo sigue figurando entre los monumentos más admirados del mundo. ¡Déjate llevar por su magia y descubre por ti mismo todas estas maravillas en tu próximo viaje a Córdoba!
Preguntas frecuentes
1. ¿Cuál es el horario de la Mezquita‑Catedral?
El Cabildo publica los turnos día a día en su herramienta de disponibilidad, de modo que los horarios pueden variar por liturgias o actos especiales. Como regla general la franja turística comienza a las 10:00 y termina entre las 18:00 y 19:00 (según temporada). Comprueba siempre el calendario oficial antes de organizar tu viaje, porque el propio Cabildo advierte que los horarios “pueden modificarse de forma excepcional” y recomienda revisar la herramienta de apertura y disponibilidad.
2. ¿Hay un horario gratuito?
Sí. De lunes a sábado existe acceso gratuito de 08:30 a 09:30 (hasta las 09:20 se permite entrar; a las 09:30 comienza el desalojo). No se admiten grupos organizados en esta franja.
3. ¿Cuánto cuestan las entradas y qué descuentos hay?
| Tipo de entrada | Tarifa (2025) |
|---|---|
| General (a partir de 15 años) | 13 € |
| Reducida (mayores 65, estudiantes 15‑26, Carnet Joven) | 10 € |
| Reducida (niños 10‑14, discapacidad ≤ 64 %, familias numerosas adultas) | 7 € |
| Reducida (niños 10‑14 de familia numerosa) | 5 € |
| Gratuita | Menores de 10 años, residentes en la diócesis, discapacidad ≥ 64 % (con acompañante) |
4. ¿Necesito reservar con antelación?
En temporada alta las entradas suelen agotarse, así que reservar online es la opción más segura. Desde nuestra web puedes seleccionar fecha y hora para la visita guiada y recibir el ticket en tu móvil. También evita la cola de taquilla de última hora.





