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Ya’Far: de esclavo a ministro de Al-ándalus

Hablar del Califato de Al-Ándalus es tratar sobre el momento de máximo esplendor de Córdoba y también supone, cómo no,  hablar de los tres califas de la gran dinastía Omeya: Abderramán III, Alhakén II y Hixem II.

Quién era Yafar al- Mushafi

Pero hubo otro personaje absolutamente decisivo entre los mandatos de los dos últimos califas mencionados. Nos referimos a Yafar al- Mushafi, quien nació en el seno de una humilde familia de origen bereber en Valencia y que gracias a su integridad, amplísima cultura (fue un reputado poeta) y capacidad de liderazgo, fue la mano derecha del califa Alhakén II, quien lo nombró hayib o chambelán, figura equivalente a la de un primer ministro.

El ostentar tanto poder le acarreó la enemistad de algunas de las familias nobles más destacadas ya que miembros de las mismas no ascenderían en la complicada jerarquía administrativa califal si no contaban con el visto bueno de Yafar.

Su posición a los ojos del califa era tan destacada, que las fuentes ( como Ibn Idari en el siglo XIV) recogen que lo primero que hizo Alhakén II cuando fue nombrado califa, fue otorgar a Yafar la responsabilidad de ampliar la mezquita aljama cordobesa, la más ambiciosa, la que debía de reflejar el cénit del califato omeya de Al-Ándalus.

El nombre de Yafar aparece hasta cuatro veces en la aljama cordobesa: en el zócalo e impostas del mihrab y en dos inscripciones de la puerta del sabat.

La relación entre el califa y su hayib era tan estrecha que en la ciudad palatina de Madinat al-Zahra, sus viviendas eran colindantes. De hecho, Yafar no sólo se encargó de dirigir la segunda ampliación de la mezquita aljama, sino que  también  supervisó personalmente las reorganizaciones que dentro de la “Ciudad Brillante” se hicieron bajo el mandato de Alhakén II.

Su poder llegó incluso a reflejarse en los dinares (la moneda de oro del califato) ya que aparece su nombre, “el hayib Yafar” en el reverso, a partir del año  357 y siguientes de la Hégira.

Yafar también jugó un papel definitivo e  involuntario en la caída del califato Omeya, ya que  cuando Alhakén II murió y quiso que le sucediera su hijo Hixem II en detrimento de los posibles herederos de la familia Omeya mayores de edad, Yafar y la reina Subh, madre de Hixem II, se encargaron de que así fuese y eliminaron a todos los posibles adversarios, como por ejemplo, a Al-Mugira; tío de Hixem II, el cual fue asesinado para facilitar la subida al trono del joven.

Yafar cometió un gran error: dar su favor a Almanzor, quien realmente terminará gobernado el califato en nombre de Hixem II. Almanzor era muy inteligente y  ambicioso. Consiguió ganarse también a la reina Subh. Además, Almanzor optó por una serie de respuestas militares duras y eficaces contra los cristianos, lo que provocó que Yafar cayese en desgracia ante los ojos de la reina y que Almanzor fuera nombrado chambelán.

Yafar pasó sus últimos años de vida en la cárcel viviendo en unas condiciones deplorables y parece ser que, a pesar de pedir perdón en repetidas ocasiones a Almanzor, éste terminaría envenenándolo en el año 983. El final de Al Ándalus ya estaba cerca.

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